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EL VOLUNTARIADO EN LAS RESIDENCIAS GERIÁTRICAS

13 Mar, 2017

Dos hechos merecen recordarse por el valor que poseen al definir  la situación de los ancianos en las Residencias. El primero es demográfico: en estos Centros se alojan entre unos 3 y un 5% de los mayores de 65 años de las Comunidades del país. La mayoría de ellos se hallan en estado de invalidez o de alta decrepitud. Y la media de edad ronda o supera los 85 años. El otro hecho es la impresión de soledad y de aburrimiento que uno obtiene cuando las visita, particularmente cuando descansan  en las salas de estar. El ingreso en una residencia garantiza, aunque no siempre, una atención básica de cuidados, alimentación, reposo y buena temperatura. Y se deja a la responsabilidad de la familia, si es que la tiene, el acompañamiento, aunque no falten algunos recursos para entretenerles con finalidad terapéutica, como sucede con la Terapia Ocupacional.

A estos Centros asistenciales se acude cuando ya no queda otra posibilidad de vivir de modo autónomo en los domicilios, bien porque están solos o  porque la familia no puede atenderles. La asistencia de los ancianos, cuando su estado de fragilidad o de invalidez se ha establecido, requieren muchas horas diarias de dedicación. Ellos no pueden autovalerse y los familiares han de hacer un gran esfuerzo, físico, económico y psicológico, para cubrir todas las necesidades de ayuda personal y atención al medio que se requieren. Con esta perspectiva, las visitas de las familias en alguna medida se reducen y casi desaparecen las de las amistades. Afortunadamente en España el número de familias que cuidan a sus mayores es alto comparada con la Europa de la opulencia. Pero hay una etapa en la que, superadas las capacidades de ayuda de  estas  por el grado de invalidez del anciano, han de tomar la siempre penosa decisión de ingresarles en un Centro residencial.

Muchos de ellos presentan un grado variable de deterioro mental, otros han ido perdiendo interés por la vida y se sumen en una atonía que favorece el tedio y el sueño diurno. Casi todos han perdido los lazos relacionales que les eran antes tan deseables. Muchas residencias, además,  se encuentran alejadas de los centros de los núcleos urbanos. Salvo las familias, ¡cuán poca gente se acerca a estar un buen rato conversando con ellos! Este es un desafío para los familiares, los amigos y cualquier forma de  voluntariado. En buen número de Residencias se han ido creando servicios de voluntariado para aprovechar la abierta generosidad de la Sociedad Civil. Y los voluntariados establecidos, como el nuestro de Pamplona, desde un comienzo colaboran con algunos centros residenciales para ofrecer compañía personalizada a aquellos residentes que más pueden necesitarlo.

Esta nota sirva para recordar la soledad que padecen algunos ancianos en estas instituciones y que para todos los ingresados las visitas de amigos, compañeros o antiguos vecinos representan una alegría a la que ya no están acostumbrados. Recordad: la residencia es el último hábitat ya desprendidos del que antes fue suyo. Y necesitan un consuelo, seguramente el postrero y el que más pueden agradecer, una visita cordial.

Pamplona, Marzo de 2017.

Juan Luis Guijarro –Presidente del Voluntariado Geriátrico y médico geriatra jubilado.

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